Con la presentación de un Procedimiento Preventivo de Crisis ante el ministerio de Trabajo, el complejo azucarero del Grupo Gloria -empresa de capitales peruanos a cargo de 3.500 hectáreas cañeras y 11 mil hectáreas totales en el ingenio San Isidro- comunicó la decisión de cesar las operaciones de la empresa, con el despido a unos 730 trabajadores.
Voceros del Sindicato de Trabajadores del Azúcar advirtieron a NA que pedirán intervención al Gobierno nacional y provincial para frenar el cierre, asumiendo una maniobra empresarial para reducir el personal, condicionando las paritarias venideras. No obstante, el gerente general Carlos Montalvo aseguró a El Tribuno que se trata de una determinación irrevocable y que el proceso para "el cierre definitivo de la planta ya está en marcha".
"No es la primera vez que hacemos un anuncio de aplicación de procedimiento, pero bueno, los resultados del ingenio simplemente no dan para más", dijo. Argumentó razones económicas, financieras y laborales y repasó que aun con una inversión de USD 50 millones hace 7 años, el modelo de negocio “está muy deprimido por una plataforma que afecta no solo a San Isidro sino a la industria azucarera argentina", mientras que "en la Bolsa de Nueva York, donde cotizan los commodities, hay una guerra en la defensa de los precios”.
“Es una situación de amenaza permanente para la industria. Tenemos un tema estructural que hace que esta actividad no sea viable, por eso la decisión".
El complejo azucarero abarca una extensión de 11 mil hectáreas de tierras, con 3.500 hectáreas dedicadas exclusivamente a la producción de caña de azúcar, mientras que el resto se destina a bosques naturales y proyectos ganaderos. La fábrica de azúcar procesaba entre 3.600 a 4.000 toneladas de caña por día, equivalente a una producción diaria de 360 a 400 toneladas de azúcar de alta calidad.
Además de su producción de azúcar, el ingenio registraba una capacidad de almacenamiento de 8.000.000 de litros de alcohol, asegurando una operación eficiente y continua desde la localidad salteña de Campo Santo.
La compleja situación de este modelo productivo arrastra el pedido de soluciones estructurales. La caña de azúcar -cultivo plurianual con altos costos de implantación y largos períodos de amortización- se desarrolla en un escenario que busca nuevas reglas de juego, máxime si se considera la estacionalidad de la cosecha, que obliga a mantener elevados stocks de azúcar y alcohol durante gran parte del año, con el consecuente impacto financiero y limitaciones productivas.
A ello se suma la caída del consumo per cápita de azúcar en el orden del 26% en Argentina, donde menos de la mitad de la producción se destina al mercado interno, mientras que el escenario global sostiene limitaciones que afectan la rentabilidad del sector. De ahí que toda la cadena sucroalcoholera insiste en un mayor posicionamiento del bioetanol como estrategia productiva.